martes, 15 de noviembre de 2011

Un valiente de Maldonado injustamente olvidado


Los vecinos de Maldonado demostraron un coraje sin límite al enfrentarse a las tropas del Imperio. Pero no solo aquellos fernandinos se destacaron por su valor.

En ocasión de la Reconquista de Buenos Aires, encabezada por Liniers, con las tropas y ayuda prestada desde Montevideo ,otro fernandino, que ya destellaba por su capacidad y aptitudes militares tendría un papel fundamental en la rendición de las tropas Inglesas. Convertido en uno de los hombres d confianza de Liniers, el coronel Hilarión de la Quintana, hijo del un militar español, sería responsable de obtener la capitulación británica. Su padre, comandante años antes del Cuartel de Dragones de Maldonado, era el responsable de la defensa de Buenos Aires al momento de las invasiones.

Pero el papel que desarrollarían uno y otra sería de destaque aunque en bandos opuestos. El padre en filas españolas mientras el joven Hilarión lo haría en las patriotas mas tarde, llegando a acompañar a Bernardo O Higgins en su campaña para independizar Chile.

En Buenos Aires el día de la reconquista cumplía tareas como ayudante de campo de Liniers. Bautista Raymond, un teniente de Mordeille, fue el primero en ver la bandera de parlamento, y el que le avisó a Liniers que con rapidez envió a Hilarión de la Quintana, para recibir la comunicación de Beresford. Este último citaría en su informe que "Un ayudante de campo del comandante enemigo se me presentó, pero sin embargo, debido la situación de las dos partes en lucha, era imposible impedir la continuación del fuego".

Liniers no podía controlar a sus propias tropas y era previsible que , dada lo volátil de la situación, cualquier desborde podía terminar en un baño de sangre innecesario. El momento crítico es detallado por el propio Liniers al Príncipe de la Paz Manuel Godoy "Habiendo visto entrar en el fuerte a don Hilarión de la Quintana con un tambor, se arrojaron sobre el rastrillo y orilla del foso, viéndome obligado con todos mis oficiales a usar de amenaza para contenerlos y hacerles ver que aún no estaba rendido el fuerte, que la bandera blanca podría ser para pedir una suspensión de armas, etcétera. Verdaderamente, si el general inglés hubiera sido de mala fe, pudo haberla arriado, despachando al ayudante y hacernos un destrozo horroroso, bien que nunca suficiente para quitarnos la victoria, aunque mucho más ensangrentada; pero lejos de tomar tan desesperada determinación, se avino a izar la bandera española".

De la Quintana, por su parte lo relata así :"Cuando llegué al Fuerte acompañado por un tambor de parlamento, un oficial inglés me presentó a su general .Le pregunté cuáles eran sus intenciones al solicitar el cese del fuego con una bandera de tregua, y agregué que mi general no aceptaría propuesta alguna que no fuera la entrega de las armas, al tiempo que garantizaba la vida y el respeto de las personas". (Lozzier Almazán aporta esta versión: "Habiendo llegado a la Fortaleza y entrado en ella con el tambor de parlamento, lo recibió un oficial inglés y lo condujo al lugar donde estaba el general Beresford" declara Hilarión de la Quintana, para comunicarle al general inglés "que tuviera entendido que su general no entraba por otro partido que el rendirse a discreción, con la calidad sólo de asegurarles las vidas y respetar sus personas; que el general inglés, sin manifestar repugnancia, se prestó llanamente a la propuesta y así, lo significó" ).
"Como sus soldados se mostraban temerosos de la vociferante turba que se acercaba al Fuerte, lo tranquilicé y nos encaminamos juntos al tope del muro que está encima de la entrada" continúa relatando, "Desde allí solicité a los soldados y al gentío que se retiraran a la espera de la llegada de Liniers, ya que el enemigo se sometía". Deseoso de destrabar esa situación, Beresford trepa a la muralla y se asomó para gritar "¡No mas fogo! ¡No mas fogo!" en portugués, mientras separaba a sus tropas de la muralla para que nadie se tentara a abrir fuego, en tanto intercambia algunas palabras con Mordeille que había llegado al foso del fuerte, preguntando si su vida corría peligro, a lo que el corsario francés respondió con que estaba a salvo si se rendía a discreción.

"Pero la multitud no se apaciguó y exigía la espada del general inglés. Éste desenvainó y me la ofreció dos veces. Me negué a aceptarla, diciéndole que debía entregársela al propio Liniers"continúa detallando de la Quintana "pero entretanto un oficial inglés que estaba a su lado la tomó y la arrojó hacia la multitud, con la intención, tal vez de calmarla". El oficial que cita de la Quintana es el capitán Robert William Patrick que arrojó la espada al foso. a pedido de Quintana quien desenrolló su faja, en cuya punta se ató la espada para ser retornada al inglés. "El capitán Hipólito Mordeille, que estaba al pie del muro, recogió la espada y se la devolvió al general Beresford," confirma de la Quintana "que insistió una vez más sin obtener mi aceptación" .
En ese momento la valentía e integridad del militar oriundo de Maldonado, se exhibe con claridad, Como aquellos intentos no apaciguaron a la multitud. "El capitán Quintana, ayudante del general Liniers, observando esta violación flagrante del honor, y después de haberse presentando en el fuerte para negociar las condiciones de rendición con algunos oficiales franceses y españoles, animosamente subió a las murallas y, abriéndose el chaleco y extendiendo ambos brazos en toda su longitud, parecía ofrecerse como víctima al furor desenfrenado de la plebe, y con gestos expresivos censuró su indisciplina con resultado instantáneo" escribe en su obra tan celebrada el capitán inglés Gillespie "Si vive, ese joven será un honor para su rey y su patria".

Pero aún así, con ese gesto , no logra someterse a las fuerzas atacantes .

"Pero la muchedumbre insistió en que debía izarse la bandera española en el Fuerte" cuenta de la Quintana "Traduje esa exigencia al general inglés, advirtiéndole que como la turba se mostraba indisciplinada, yo no podría controlarla". Quintana aseguró a Beresford que Liniers, como caballero, no tomaría ese gesto como una rendición. "El general aceptó" continúa Quintana “pero como no tenía la bandera a mano, el gentío descubrió una escondida por un marinero de la misma expedición, y el propio general Beresford dio la orden de que volvieran a izarla". Uno de los marineros del foso proporcionó la enseña española. La población de la plaza aplacó sus ánimos y se retiró, ocasión que fue aprovechada por Liniers para acercarse fuerte, . Beresford le entregó su espada, pero Liniers, en gesto caballeroso, lo rechazó.

Aquellos momentos tan trágicos e históricos, fueron reflejados en un cuadro pintado por el francés Charles Fouqueray, tela del año 1909, de 3,50 m por 2,50 m, en el Museo Histórico Nacional. En ella se observa, además de Liniers y Beresford, a Pueyrredón, Quintana, Gutiérrez de la Concha (a la derecha de Beresford), Raymond y Córdoba. Detrás de Beresford, está Dennis Pack, con el uniforme del regimiento 71 desgarrado y ensangrentados vendajes. Este último personaje será más que recordado por los colonienses, pues gobernó esa plaza, y ni que hablar por los porteños que sufrieron su acoso.

La Historia a veces no es justa con quienes llevan adelante gestas heroicas, y esta es una de las oportunidades en que hemos dejado olvidado un justo homenaje a tan ilustre militar, que creció en las calles del Maldonado colonial, y que nunca renegó de su origen.

Sobre él nos referiremos más adelante, y por supuesto tiene un lugar destacado en nuestra novela.

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